Literatura & Psicología

12.7.11

Shuntaro Tanikawa o de cómo el salto de la rana no cambia el mundo

Publicado en La Razón. Tampico, Tamaulipas. Martes 5 de julio de 2011.

No hay nada nuevo bajo el sol que nos abrasa los días y, sin embargo, nuestros lenguajes resplandecen por esa luz que les otorga la esperanza, el deseo humano de que haya algo inédito en el cosmos. “Escribir es detestable”, “la poesía es absurda”, nos dice el poeta japonés Shuntaro Tanikawa, pero no deja de verse a sí mismo como “un niño ingenuo que persigue mariposas de palabras bellas”.

Sekenshirazu (“Sin conocer el mundo”) es el título del primer libro de Tanikawa traducido y publicado en español. Mismo que ha tardado un poco en llegar a mis manos y que ahora disfruto enormemente. Se trata de una edición bilingüe, la traducción es de Cristina Rascón Castro; publicado por Plan c editores, en su colección La mosca muerta, con el apoyo del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2006-2007).

Aunque toda traducción, en cierta forma, traiciona la estructura y el campo semántico de un texto, bien puede permanecer el espíritu del mismo, esa esencia poética o perfume que trasciende las fronteras de los idiomas.

No es fácil trasladar a otra lengua la riqueza de la escritura japonesa, con sus juegos de palabras, onomatopeyas y expresiones. Afortunadamente –retomo las reflexiones de Cristina Rascón en la introducción al poemario– “aunque la gramática y la sintaxis difieren, el español tiene un número de locuciones y una maleabilidad mayor a la de otros idiomas”, lo que nos permite acercarnos con más precisión que, por ejemplo, a través de la lengua inglesa.

En el traslado se perderá el juego visual de la poesía japonesa, pero aún se apreciarán múltiples significados. Así vemos que Sekenshirazu, “sin comprender el mundo”, “sin entender el mundo”, en una conversación significa “ingenuo”.

Nacido en 1931, en Tokio, Shuntaro es hijo del distinguido filósofo Tetsuzō Tanikawa. Prolífico escritor, tiene obra en distintos géneros que van desde la poesía y la dramaturgia hasta los guiones de radio, cine y televisión. Ha escrito más de sesenta libros, algunos de ellos traducidos a más de quince idiomas.

El poema que inicia este volumen relata una vivencia personal, “La muerte de mi padre”, y es precisamente esta inmersión individual lo que alcanza esferas que a todos nos atañen. ¿Qué hay tan universal como la muerte?, ¿para quién carecería de fuerza la pérdida del padre? “Fue un ser humano que penetró su propio egoísmo –dice– y, por tanto, quizá atravesó también la soledad”.

Finalmente todo es un lugar común, antiguo, engalanado con trajes de novedad. Tanikawa rasga los vendajes de la memoria y oye la voz de una mujer diciéndole: “Poesía es la superficie clara de la vida cuando se ha removido la escoria”. La canción de un compositor borracho le hace pensar: “Para poder tolerar el que su creación no tenga significado / el corazón del hombre se apoya en el espejismo de la violencia”.

Tanikawa retoma al poeta Bashō y nos dice: “no porque la rana en el viejo estanque brinque el mundo cambia”. Y tal como lo hace él, me pregunto: “¿Acaso la poesía no pertenece más al instante que al tiempo continuo?”



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